Todas las mujeres, a excepción de una, han sido sometidas a exámenes de reconocimiento físico y de ADN para certificar su femeneidad en las competencias mundiales de atletismo.
El examen de ADN detecta si entre las 23 parejas de cromosomas hay alguna Y, señal de masculinidad: los hombres usualmente tienen en cada célula un cromosoma Y y uno X, mientras que las mujeres tienen dos X.
El fin de estos exámenes es evitar que hombres disfrazados de mujeres participaran en las pruebas femeninas, donde contarían con ventajas por su mayor fuerza y masa muscular. Por eso, a los hombres no se les sometía a control de sexo: no se podría entender que una mujer, siempre en desventaja, hiciera trampas para competir contra los hombres.
Sin embargo, todo trato diferenciado conduce irremisiblemente a la discriminación y por eso también se comprobó que no todo está en la Y, que no por tener un cromosoma masculino se tenía ventaja en las competencias, en 1999 el Comité Olímpico Internacional (COI) suprimió los controles de sexo. "Era innecesario el humillante examen físico", explica Arne Ljungqvist, presidente de la comisión médica del COI, "además, porque ya en el control antidopaje se obliga a los deportistas a desnudarse, para estar seguros de que la orina procede de su uréter". Evidentemente un hombre disfrazado de mujer no pasaría.
Caster Semenya, la joven sudafricana por la que se ha montado todo el revuelo, ha pasado, efectivamente, los controles antidopaje de Berlín.
Para la mayoría de la población rige que una mujer tiene dos cromosomas X y un hombre un par XY. Pero los científicos insisten en que "puede haber individuos con dos X que desarrollen caracteres masculinos, y otros con un X y un Y que nunca los tengan". Más aún, también hay personas XXY.
Y si en vez del análisis cromosómico se miden los niveles de hormonas tampoco hay una diferenciación clara. "Algunas XX tienen condiciones médicas que hacen que sus niveles de hormonas masculinas sean elevadas, lo que puede llevar a características como mayor masa muscular. Mientras que otras XY no se desarrollan como varones porque tienen un síndrome de insensibilidad androgénica", lo que implica que no responden a su propia testosterona.
"No ha una línea clara entre sexo masculino y femenino" dice la revista Jama. "Que sea la persona la que elija". Este pensamiento rige desde 1992, por lo que las personas que desde su infancia han sido consideradas legal y sicosocialmente mujeres deben poder participar en competiciones femeninas, independientemente de sus cromosomas. Semenya siempre ha sido una niña, según su familia. Ahora, lejos de la prensa, se busca determinar si tiene las características primarias de su sexo - vagina, ovarios - y las secundarias - ausencia de pelo facial y pectoral, pechos funcionales -; ver si su cuerpo funciona como mujer y, finalmente, considerar su sicología e identidad sexual.
Este problema, el de la desigualdad de competir contra personas a las que una anomalía genética convierte en invencibles, es el que tratan de resolver las autoridades deportivas, aún olvidando que los grandes cracks deportivos son, de una manera u otra, anomalías, seres más rápidos o más fuertes gracias a genes únicos.
Por eso, poner una frontera biológica no es nada fácil y el argumento de las ventajas innatas es peligroso. Es el caso de los velocistas negros, quienes, según varios estudios, parten de una ventaja genética sobre los blancos sin que nadie - todavía - haya planteado hacer dos competiciones diferentes.
Fuente: La Tercera.
El examen de ADN detecta si entre las 23 parejas de cromosomas hay alguna Y, señal de masculinidad: los hombres usualmente tienen en cada célula un cromosoma Y y uno X, mientras que las mujeres tienen dos X.
El fin de estos exámenes es evitar que hombres disfrazados de mujeres participaran en las pruebas femeninas, donde contarían con ventajas por su mayor fuerza y masa muscular. Por eso, a los hombres no se les sometía a control de sexo: no se podría entender que una mujer, siempre en desventaja, hiciera trampas para competir contra los hombres.
Sin embargo, todo trato diferenciado conduce irremisiblemente a la discriminación y por eso también se comprobó que no todo está en la Y, que no por tener un cromosoma masculino se tenía ventaja en las competencias, en 1999 el Comité Olímpico Internacional (COI) suprimió los controles de sexo. "Era innecesario el humillante examen físico", explica Arne Ljungqvist, presidente de la comisión médica del COI, "además, porque ya en el control antidopaje se obliga a los deportistas a desnudarse, para estar seguros de que la orina procede de su uréter". Evidentemente un hombre disfrazado de mujer no pasaría.
Caster Semenya, la joven sudafricana por la que se ha montado todo el revuelo, ha pasado, efectivamente, los controles antidopaje de Berlín.
Para la mayoría de la población rige que una mujer tiene dos cromosomas X y un hombre un par XY. Pero los científicos insisten en que "puede haber individuos con dos X que desarrollen caracteres masculinos, y otros con un X y un Y que nunca los tengan". Más aún, también hay personas XXY.
Y si en vez del análisis cromosómico se miden los niveles de hormonas tampoco hay una diferenciación clara. "Algunas XX tienen condiciones médicas que hacen que sus niveles de hormonas masculinas sean elevadas, lo que puede llevar a características como mayor masa muscular. Mientras que otras XY no se desarrollan como varones porque tienen un síndrome de insensibilidad androgénica", lo que implica que no responden a su propia testosterona.
"No ha una línea clara entre sexo masculino y femenino" dice la revista Jama. "Que sea la persona la que elija". Este pensamiento rige desde 1992, por lo que las personas que desde su infancia han sido consideradas legal y sicosocialmente mujeres deben poder participar en competiciones femeninas, independientemente de sus cromosomas. Semenya siempre ha sido una niña, según su familia. Ahora, lejos de la prensa, se busca determinar si tiene las características primarias de su sexo - vagina, ovarios - y las secundarias - ausencia de pelo facial y pectoral, pechos funcionales -; ver si su cuerpo funciona como mujer y, finalmente, considerar su sicología e identidad sexual.
Este problema, el de la desigualdad de competir contra personas a las que una anomalía genética convierte en invencibles, es el que tratan de resolver las autoridades deportivas, aún olvidando que los grandes cracks deportivos son, de una manera u otra, anomalías, seres más rápidos o más fuertes gracias a genes únicos.
Por eso, poner una frontera biológica no es nada fácil y el argumento de las ventajas innatas es peligroso. Es el caso de los velocistas negros, quienes, según varios estudios, parten de una ventaja genética sobre los blancos sin que nadie - todavía - haya planteado hacer dos competiciones diferentes.
Fuente: La Tercera.
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